caralibro

La aparición del Facebook generó emociones encontradas entre la gente. Por un lado están los fanáticos que no paran de comentar su estado cada minuto que pasa. Los que cambian su foto de perfil sin cesar, los que hacen cada test y juegan a lo que venga, los que te mandan regalos o sugerencias o cosas que no puedo ni me interesa definir. También hay un grupo de personas que utiliza Facebook como medio de comunicación y encuentro con gente que había perdido de vista. Otro tipo de usuario de Facebook se caracteriza por renegar de su existencia y hacer comentarios negativos respecto de los que tienen una actitud más activa con la cuestión. Por ejemplo, escuché que "Facebook es para histeriquear" o que "todos dicen que sirve para encontrarse con los de la primaria pero para mi es una mierda". También están los que se borraron de Facebook después de un ataque de paranoia y, por último, los orgullosos de no tener cuenta en Facebook que a veces pispean cuentas de algún allegado para "ver quién apareció en Facebook". Toda esta perorata viene a que estoy po-dri-da de lo que se genera en torno a Facebook. Basta de que Facebook sea un tema de conversación. Incluso me pudrí de escribir este post que, valga la redundancia, habla de Facebook. A esta altura odio Facebook.