miércoles, 27 de mayo de 2009
Mi Amiga Mariela
Nos conocimos a los 6, probablemente mientras formábamos fila por primera vez en el patio del colegio. Rápidamente nos dimos cuenta de que vivíamos a dos cuadras. De ahí en más vivimos una en la casa de la otra, nos prestamos nuestras camas, nuestras familias, nuestra ropa, nuestra cotidianeidad. Inventamos juegos, caminamos cantando abrazadas por la calle, nos creímos grandes, nos declaramos amor incondicional. Nos convertimos en hijas sustitutas de la madre de la otra a la hora de volver de bailes y cumpleaños o pasar fines de semana o vacaciones juntas. Descubrimos juntas infinidad de cosas y cuestiones. Su casa fue una parada obligada casi diaria durante mis retornos después de jornadas de estudio o trabajo. Con ella aprendí a divertirme con poco, a hacer mate cocido sin saquito y pochoclo con almíbar. Se casó con una persona hecha para ella. El y yo aprendimos a querernos y ahora lo considero un gran amigo. Ella es mi ejemplo de perseverancia, esfuerzo y responsabilidad. Una de las personas en quien más confío en este mundo. Uno de los seres más transparentes y buenos que conocí. Alguien que la distancia no me va a quitar de ninguna manera. Y ahora tiene un hijo creciendo en su panza. Y yo no puedo parar de sonreír.
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