martes, 7 de diciembre de 2010
8.3
“Esperemos dos semanas más para la eco”, dijo Nati. “Mientras sacate sangre”. Quería irme con todos los análisis a AG. Saber que estaba todo bien y que podía buscar un obstetra tranquila. Es la suerte de vivir rodeada de médicos, órdenes y consejos no me faltaron. Emoción. No pude dormir esa noche. No lo podía creer. La noche siguiente tampoco. Lloré de felicidad. Lloré por estar lejos con mi felicidad. Sin caer mucho aún. Una de las desventajas de ser médico es contar con la información de un libro de obstetricia y otro de pediatría. Me imagino cualquier cosa. Todo catastrófico. No me quiero ilusionar. Puede ser ectópico, o un saco vacío. O cualquier cosa menos lo habitual. Hasta que no vea que está ahí y en el lugar que corresponde no le cuento a nadie más que la familia cercana y mis amigas. Esa fue mi decisión. El la compartió. Llegó el día de la eco. El médico tardó 30 minutos en atenderme. Yo caminaba por las paredes sentada en esa sala de espera. Con mi mamá. Me llamaron. Entramos. Ese es tu útero. Eso negro es el saco. Lo de adentro el embrión. Eso que se mueve ahí es el corazón. Late rápido. Lo escucho y no lo creo. Mi bebé. Nuestro hijo. 8.3 milímetros. Puro amor.
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