viernes, 16 de septiembre de 2011

el polvo de mi ciudad

No viene a cuento nada sexual. El viento trae polvo, y el albañil rompiendo las paredes de mi casa igual. Mucho polvo. No entiendo cómo no nos dimos cuenta de que iba a ser un bardo arreglar la habitación de JR. El niño ya está como para irse de la nuestra, y recién ahora se nos ocurre la genialidad de sacarle la humedad a su futuro lugar. Es que antes, aún embarazada, me hubiera bancado el ruido, el polvo, la mugre, todo con felicidad. No tuve en cuenta que un bebé te hace querer todo más limpio y te genera mucho sueño y cansancio como para escuchar martillazos dale que va y limpiar con una frecuencia mayor a la que lo hace nuestra querida Mari. A eso le sumamos los ojos secos por el polvo, la boca y la nariz secas por aspirar polvo, mi hijo estornudando y yo pensando que es por el polvo. Aunque cierre la puerta, ponga un trapo abajo, ponga un nylon, lo que sea, hay polvo y no precisamente del amor.

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