miércoles, 14 de enero de 2009

un tropezón no es caída

A propósito de un post de cierto blog amigo, hace unos días me tropecé jodidamente en la calle. Fue un tropiezo del tipo punta de un pie que traba con una baldosa y frenada con el otro pie. Creo que me abrí de piernas más de un metro a pesar de mi pobre elongación. Estuve al borde de hacer un clavado y dejar un cráter en la vereda. Como no podía ser de otro modo, justo había un grupete de muchachos a unos dos o tres metros. Pero no hice la gran "acá no pasó nada" y seguí caminando como una lady. No, no, no. Esta vez decidí aplicar una nueva técnica de afrontamiento ante semejante humillación y me paré unos instantes a chequear la integridad de mi ser, a aceptar que me tropecé ante el resto de los peatones, a palpar mi músculo exigido y a poner la cara de dolor que merecía tal sensación. Me dije: "basta de hacerte la boluda, aceptá que te tropezaste jodido, si seguís caminando es peor, te va a doler más. Además, ya te vieron todos". Fue un intento de sinceridad con el mundo, un repudio a las miradas que me hicieron sentir patética cada vez que tropecé o, peor aún, caí en la vía pública. Igual me sentí tan humillada como de costumbre. Creo que voy a seguir adoptando el viejo y querido disimulo que a todos nos ayuda a superar la ridiculez y en el fondo no engaña a nadie. Todavía siento el tirón.

1 comentario:

S dijo...

Quiero decirle que su caida (por lo menos desde su relato) fue sumamente coreográfica. Lo que yo haría es explicar, cada vez que sucede, que se trata de una performance.