sábado, 30 de octubre de 2010
distancia, no se mide en km
Distancia. Qué concepto tan indefinido. Qué palabra tan cargada. Ya no se si creo en la distancia. Me doy cuenta de que no hace falta irse a vivir lejos para estar distanciado de la gente de la cual uno piensa que no está distanciado. Porque ahora, tan lejos o no tanto, hay cosas que no cambiaron. Muchas. Otras si, y cuánto me afecta. Pero hay personas, cosas, lugares que uno cree que no podrá despedir en paz y la realidad dice lo contrario. Despedirse. Eso es lo más duro, eso aporta una carga importante al asunto. Pero después, cuando ya pasó el momento, extrañar es un sentimiento exclusivo, limitado, que no miente. Un baldazo de realidad. Digamos que no se puede extrañar porque si. Y la distancia no cura vínculos viciados. Cada una de las personas que yo extraño en mi cotidianeidad, sobre las que pienso cómo me iría a tomar un mate a la casa, cómo me iría a no hacer nada con ella, cómo quiero verla, cada una de esas personas son el tesoro más lindo que tengo. En este caso si, podría decir que soy pudiente. Pero no me siento distanciada de ellas. Y si de las personas que ya estaban lejos, aunque no físicamente.
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